En nuestro país hay cerca de 1.000 cinemómetros que se encargan de vigilar que respetemos la velocidad máxima de la vía en la que están, bien sean fijos o móviles.
En esta dotación también están incluidos los diversos Pegasus que
sobrevuelan las carreteras montados en helicópteros así como los bautizados como ‘de tramo’, que se encargan de hacer una media de velocidad en un tramo sancionando a todo aquel que sobrepase la establecida para circular durante unos kilómetros. En 2009 saltaba la noticia de que en España se iban a instalar los primeros radares de tramo. Cinco años después de que este hecho sirviera para que las asociaciones de automovilistas pusieran el grito en el cielo, hoy en día lo cierto es que su implantación no ha ido al ritmo que las autoridades quisieran, básicamente porque su coste es muy alto y su rentabilidad no tan buena como la de los cinemómetros móviles o Pegasus.
Estos dispositivos de tramo consisten en controlar una distancia de varios kilómetros (entre tres y cinco), desde un punto A hasta un punto B. Con los radares tradicionales se comprueba la velocidad en una zona fija.
Así se hace la ponderación
Imaginemos que circulamos por una autopista a 120 kilómetros/hora. El primer radar de tramo, colocado en un pórtico y debidamente señalizado (aunque a veces los paneles están apagados, despistando al conductor) registra el paso de nuestro vehículo en una fotografía con una resolución de hasta 1.280 por 1.024 píxeles, en la que están impresos datos como hora, minutos y segundos y matrícula. Más adelante, pasamos por otra barrera que capta nuestra ‘salida’ a través de unas cámaras (y que como el de inicio, suele estar indicado aunque hay ocasiones que no).
Con los datos recogidos entre el inicio y el final se hace una media en función del tiempo que se ha tardado en recorrer el trayecto preestablecido. Si ésta sale superior la preestablecida (por ejemplo, 130 kilómetros/hora), se emitirá automáticamente una sanción gracias al acceso telemático que se tiene a la base de datos de la Dirección General de Tráfico.
Estos ‘vigilantes’ funcionan tanto de día como de noche, disponen de un sistema de iluminación por láser-led, cuentan con un mecanismo anti vandalismo y los inhibidores de radar (prohibidos con la nueva normativa vial de mayo) no sirven de nada.
Los primeros
El 1 de febrero de 2009 empezaron a funcionar los dos primeros radares de tramo, instalados en el túnel de Guadarrama en Madrid y en el túnel de Torrox, en Málaga respectivamente. El primero de ellos se encuentra en la AP-6, entre Madrid y Segovia mientras que, el segundo, está en la A-7 de la ciudad andaluza.
Los últimos en sumarse a la lista han sido tres en Cataluña: uno en la C-65 entre Cassà de la Selva y Llagostera (Girona) y dos en la N-340 en ambos sentidos entre Sant Carles de la Ràpita y Amposta (Tarragona).