El Ayuntamiento de Madrid va a ampliar en las próximas semanas el número de semáforos dotados de cámaras que multan a los conductores que los rebasan en fase roja. Estos 14 nuevos dispositivos, conocidos como fotorrojos, se sumarán a los 26 ya existentes, que se encuentran repartidos por toda la ciudad. Fuentes del Consistorio explican que en ningún caso se busca un fin recaudatorio, sino aumentar la seguridad en determinadas zonas y recuerdan, además, que el número de sanciones ha ido descendiendo conforme han pasado los años y los conductores se han acostumbrado a estos semáforos.
Los primeros cuatro semáforos que multaban se instalaron en 2005 y se encontraban en cuatro puntos muy determinados: el paseo de la Castellana, 167, y las avenidas de los Hermanos García Noblejas, 123; Cardenal Herrera Oria, 83, y de los Poblados, 45. A partir de esa fecha, el número se ha ido incrementando. La mayor subida se produjo en enero de 2010, con otros 15 ojos nuevos. Ahora la previsión del Ayuntamiento es que hasta septiembre de 2016 la red aumente de nuevo.
De hecho, en algunos puntos ya se pueden ver los báculos en los que se pretende instalar la cámara que graba y fotografía a los infractores. Se colocan unos 10 o 15 metros antes del semáforo que se quiere controlar, de forma que el dispositivo capte a los vehículos que pasen en fase roja. Al menos, dos puntos ya tienen esos báculos. Se trata de la confluencia de la avenida de Ascao con la calle de Emilio Ferrari. “Aquí ha sido a solicitud de la dirección del colegio que hay en la zona, que quiere evitar que se produzcan atropellos y que se reduzca la velocidad por parte de los conductores”, reconocen desde el Área de Movilidad del Ayuntamiento, a cuyo frente está la concejal Inés Sabanés.
Al principio de la avenida del Marqués de Corbera, en dirección hacia la M-30 y O’Donnell, también hay otra farola lista para ser puesta en marcha. “Nos hemos dado cuenta de que los conductores entran en la glorieta con gran velocidad y que muchas veces rebasan el semáforo en fase roja con los problemas que ello conlleva”, añaden las citadas fuentes. Los fotorrojos tienen una señal unos metros antes que anuncia su existencia.
Las imágenes son transmitidas en tiempo real a través de la fibra óptica con que cuenta el Ayuntamiento. De este modo, se garantiza que no puedan ser pirateados los fotogramas y que existe una custodia y protección real de los datos recogidos por las cámaras. Estas señales son transmitidas al centro de gestión de multas del Ayuntamiento, en la calle de Albarracín, donde se inicia el procedimiento sancionador.
El sistema ha tenido muchas críticas y algunas sentencias por parte de los tribunales. Los conductores denunciaron que fueron multados en fase amarilla o que no se les daba tiempo para detener el vehículo. El dispositivo tarda en saltar tres segundos cuando acaba la fase amarilla. “Si se va a la velocidad que marca la ley, existe tiempo de sobra para no pasárselo”, destacan fuentes municipales. La cuantía por no parar ante un semáforo es de 200 euros y la retirada de cuatro puntos. Según fuentes municipales, el fotorrojo que más sanciones pone es el situado en la avenida de las Islas Filipinas, número 18.
La capital tiene un amplio número de semáforos. En total, 50.576. Estos incluyen los de peatones, los de giros a la izquierda o la derecha, los de bicis y, sobre todo, los de tres luces (rojo, amarillo y verde). Esta última categoría es la más amplia, con 26.569 aparatos, según los datos del Ayuntamiento de la capital.
El criterio que se ha utilizado para instalar estos nuevos fotorrojos es que se pueda colocar el báculo con las cámaras a una distancia suficiente que permita el enfoque con total nitidez del vehículo infractor. “Estas ubicaciones suelen coincidir, además, con amplias avenidas con varios carriles por sentido y donde la tendencia del conductor puede ser a circular más rápido”, señala el Ayuntamiento. El caso más significativo es el del paseo de la Castellana, donde se colocó el primer dispositivo.
Otros criterios son la existencia de un paso de peatones en una intersección en la que se busca mejorar la seguridad, que los vehículos lleguen al semáforo desde una bajada —esto influye en una mayor velocidad—, que se hayan producido atropellos previos en ese punto o que los semáforos estén en puntos de la vía en los que el conductor cree que son salidas del entorno urbano. Este es el caso por ejemplo del situado en la avenida del Mediterráneo, antes de enfilar ya la autovía de Valencia (A-3). “Muchas veces son las propuestas que nos hacen llegar los ciudadanos a través del sistema de sugerencias y reclamaciones del Ayuntamiento. Tampoco es necesario que cuando se instale un dispositivo se cumplan todos los criterios. Eso sí, siempre debe de cumplirse al menos uno”, destacan las fuentes.
Lo que sí quiere dejar claro es que no existe detrás de estos dispositivos un afán recaudatorio. De hecho, el número de denuncias que se han tramitado ha ido en descenso desde 2010. Este año, el Ayuntamiento tramitó 86.130 sanciones por estas infracciones. Al año siguiente, se rebajaron un 33,6% (57.193 denuncias). Así ha ocurrido en los siguientes: 50.825 en 2012; 30.819 en 2013, y 19.082 en 2014. La tendencia se ha mantenido en los seis primeros meses de este año, ya que solo se han puesto 9.223, muy alejadas de las 56.434 del primer semestre de 2010. Y eso que el número de dispositivos ha crecido en estos años, al pasar de 11 a 26.
Una tendencia que se aprecia en los datos del Ayuntamiento es que el número de denuncias es mayor en todos los primeros semestres respecto a los segundos. Las vacaciones de julio y agosto hacen que haya menos circulación por las calles de Madrid y que se rebaje también el número de denuncias que imponen todos los dispositivos electrónicos de la capital, incluidos los radares.